viernes, 1 de abril de 2011

Una noche como otras

Daria está en su pequeño camarín, que es su dormitorio, preparándose para salir, como todas las noches. Frente al espejo y con una pierna sobre la silla termina de ponerse sus medias de red negras. Se sube a un par de stilettos negros con suela roja y se sienta. Toma un lápiz labial y se pinta los labios rojo carmesí. Da un beso a su propio reflejo y escucha dos golpecitos en la puerta. Sabe que es momento de salir.
Sobre la pista, Daria se adueña del caño y con una música sensual y potente sonando de fondo, despliega todos sus dotes corporales seduciendo a un público formado por hombres generalmente grandes y de buen pasar económico, pero algunos con una expresión triste y/o perdida.
Cuando termina su número, vuelve hacia su dormitorio. Sobre el pasillo, se topa con Ricardo, su jefe.
-Estuviste tan hermosa como siempre.
Ricardo le da un suave beso en la boca y una palmadita en su trasero.
-Hoy te esperan muchos clientes, como siempre. Ve, que en quince minutos te mando al primero.
Daria entra y se dirige al baño privado. Toma una toalla, la humedece, y la pasa lentamente por su espalda, su cuello, y luego su pecho. Se suelta el cabello, dejando su larga cabellera oscura con libertad. Vuelve a su cómoda y toma un frasquito de perfume. Se esparce un poco sobre su cuello y sobre su pecho. Mira su cama. Está hecha pero estira un poquito más las mantas para que quede bien prolijo. Se pone una bata semitransparente y escucha tres golpes en la puerta.
-Adelante.
La puerta se abre y entra un caballero bien vestido pero Daria todavía no lo mira. Busca en su mesita de luz una caramelera azul que utiliza para poner el dinero.
-Se paga por adelantado.
El hombre la sorprende por detrás y le entrega un par de billetes de $100 que ella introduce en la caramelera que guarda en el cajón.
-¿Cómo te llamas, preciosura? Es la primera vez que vengo y me cautivaste totalmente con tu baile.
-Soy Daria -contesta ella fríamente pero intentando ser seductora.
-Me llamo Diego. Me encantan tus piernas.
Daria se sienta sobre la cama y él hombre le levanta una de las piernas y le quita la media. Se lleva el pie a su boca y lo lame con placer mientras se desabrocha el pantalón y saca rápidamente a relucir su miembro erecto. Daria observa su gran tamaño y lo acaricia con su otro pie, mientras él sigue lamiendo. Cuando el hombre deja su pierna, Daria se levanta, toma su miembro con las manos y se agacha para llevárselo a la boca. Daria lo besa suavemente pero el hombre la agarra del cabello y comienza a moverse como si la estuviera penetrando por su vagina. Daria continúa cada vez con más fuerza y sus ojos se tornan lagrimosos porque le llega hasta la garganta y está a punto de atragantarse. Él le mira los ojos y sonríe maliciosamente. Agarrándola del cabello le echa la cabeza para atrás y la empuja sobre la cama. Le quita su ropa interior y lame sus pezones cada vez con más furia. De repente, la muerde y ella grita, y él se excita más.
-¿Te gusta así, no? Fuerte.
-Sí -dice ella sin estar segura de estar diciendo la verdad.
El hombre le abre las piernas e introduce un dedo en ella. Éste se humedece rápidamente y él lo lame. Vuelve a introducir el dedo que vuelve a lamer. Luego se acuesta sobre ella y comienza a beber directamente de la fuente. Con su lengua recorre los labios delgados y acaricia el clítoris, ya hinchado y sensible. Daria sigue humedeciéndose y él bebe como si estuviera sediento. Observa su pene y está muy tieso. Cuando él nota a dónde se dirige su mirada, la obliga a abrazarlo con sus piernas e introduce la cabeza suavemente en su vagina. Se mueve un poquito allí y al notar que está muy bien lubricado entra con fuerza. Daria comienza a gemir, no disimula, le encanta que la penetre. El hombre se mueve cada vez más rápido y hasta el fondo, haciéndosela sentir por completo. Mientras lo hace, acaricia sus pechos con fuerza y por momentos pellizca sus pezones y cuando así lo hace, Daria grita todavía más. Daria nota que el hombre está por acabar entonces contrae sus músculos, pero él no quiere acabar todavía y se sale.
-Date vuelta -le dice.
-No, señor, hay cosas que no hago -le dice Daria respirando entrecortadamente.
-Callate y date vuelta.
El hombre la pone de espaldas. Daria intenta voltearse otra vez pero éste tiene más fuerza y se lo impide. Pellizca su cachete y luego los separa uno de otro. Observa su agujero, tan pequeño. Lleva su mano a su vagina y luego, con sus dedos bien húmedos, baña su ano para que éste esté bien lubricado. Apoya la cabeza de su pene, que con un poco de dificultad entra. Daria grita cuando apenas se introduce. El hombre termina de meterlo con mucha facilidad gracias a la lubricación y Daria grita más fuerte todavía. Él se mueve muy rápido y con mucha fuerte. A Daria le duele, por momentos siente que le arde, pero aunque no quiera se da cuenta que le gusta. Y él también, porque no puede dejar de acariciar su vagina constantemente mojada.
-¿Viste que te gusta? Decime que te gusta. ¡Dale!
-Sí, me encanta -le dice ella sin darse cuenta, pues es lo que realmente siente.
El hombre la penetra con mucha fuerza y cada vez le duele más. Cuando parece a punto de llorar, el hombre es todavía más brusco.
-Por favor -le suplica ella.
-¿Quieres más fuerte?
-No, por favor, más suave. Me duele.
El hombre ríe y hace caso omiso. Sigue penetrándola más y más fuerte hasta que siente que está a punto de acabar. Quita por fin su miembro y Daria, sollozando, se lleva su mano a su trasero por el dolor. Pero el hombre inmediatamente le prohíbe moverse a su albedrío y, tomándola del cabello, acerca su miembro al rostro y lo baña en semen.

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